Trujillo es una joyita en el corazón de Extremadura, que combina historia y gastronomía como pocos lugares. Cuna de conquistadores, su Plaza Mayor, calles empedradas, palacios renacentistas... te transportan en el tiempo.
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Empieza el día desayunando en esta cafetería-tienda muy pintoresca, donde también puedes comprar productos de gastronomía local. Un cafecito acompañados de unas tostadas de jamón ibérico te darán la energía para comenzar el día.
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A nueve minutos en coche de Trujillo están las Bodegas Habla. Y, aunque te pueda parecer un poco temprano para tomar vino, es una bodega moderna y chulita que merece mucho la pena visitar. Harás un recorrido por sus instalaciones, te explicarán con todo detalle su historia y cómo elaboran el vino y, por supuesto, podrás disfrutar de una cata de vinos de lujo acompañada de un picoteo, incluyendo el famous Habla del Silencio.
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Al llegar a la Plaza Mayor, prepárate para hacer ¡wow! todo el rato. Palacios renacentistas rodean un espacio majestuoso que parece detenido en el tiempo con una fuente central, la estatua de Francisco Pizarro a caballo, y la Iglesia de San Martín como telón de fondo. En sus inicios, la plaza era el corazón comercial de Trujillo, un punto de encuentro para artesanos y comerciantes. Sin embargo, a partir del siglo XVI, la nobleza comenzó aconstruir sus palacios. Hoy en día, hay bares, restaurantes y mucha vidilla.
Dato curioso: para los fanses de La Casa del Dragón (sí, somos), algunas escenas de la serie se rodaron aquí. Eso sí, la estatua de Pizarro fue reemplazada por un impresionante dragón en la ficción.
Esta vivienda del siglo XV se ha recreado al detalle como el hogar del conquistador Francisco Pizarro. Tiene dos plantas: en la de abajo te encontrarás con una recreación de las estancias típicas de la época (camas con dosel, pinturas religiosas, una chimenea..), y en la de arriba hay un pequeño museo con objetos curiosos, donde te cuentan todo sobre su vida. ¡Es como entrar en una escena de En el nombre de la rosa!
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Cuando el hambre apriete, dirígete a La Alberca, un restaurante de techos abovedados ubicado en una casona histórica de Trujillo que ofrece tres menús (Ceniza, Humo y Brasas) con deliciosos platos típicos: migas extremeñas, croquetas de rabo de toro, panceta ibérica... no nos extraña que lo hayan premiado con la T de Oro.
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¡Pues ya hemos comido! (y qué rico estaba). Pon rumbo hacia el Castillo de Trujillo. Aunque la subida es empinada, vale la pena: sus calles empedradas flanqueadas por casitas de piedra y arcos es de cuento. Al llegar, te espera una fortaleza construida entre los siglos IX y XII sobre una antigua alcazaba árabe. Visita sus murallas, disfruta de las vistas y explora cada rincón del castillo: la Capilla de la Virgen de la Victoria, los antiguos aljibes y los pasadizos. ¿No seré yo del medievo?
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Después del trote al castillo, regresa a la plaza y relájate con un vinito en alguna de sus terrazas con vistas. Luego, pasea por las calles cercanas y visita tiendas como Sabores de mi tierra, donde encontrarás embutidos, quesos, aceites y demás delicias extremeñas güenas, güenas para regalar o regalarte.
Pon el broche de oro a tu jornada cenando en Dos Orillas, un restaurante con encanto situado a los pies de la Iglesia de Santa María la Mayor. Su carta combina sabores locales con toques innovadores: torreznos asados, zorongollo extremeño, ensalada templada de torta del Casar y lechona confitada… ¡barriga llena, corazón contento! A dormir.
